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Mi abuelo materno tuvo el síndrome de Alzheimer. Lo recuerdo con ese olor a viejo, a casa vieja, con la atmósfera viciada de su esposa, acérrima vegetariana, sentado a la mesa, comiendo sus frutas. Riendo como viejito, despacio, sacando íes sin cáscara, a través de sus labios lisos, casi morados de lo oscuros.
“Cirgüela… jiiiijijiji, babosa, es ciruela, ni cirgüela iiiijijiji” decía divertido, en voz baja, mientras chupaba una a una las ciruelas que la chava que trabajaba para ellos le había ofrecido.

A veces preguntaba por su primera esposa, mi abuela, que había muerto dos años antes de que yo naciera, y había que explicarle que no estaba, pero que estaba su esposa (la reciente pues) y luego de otras preguntas que hacía, se calmaba o algunas otras ocasiones explotaba y se salía de su casa, movilizando a la familia para hacer que regresara o en el peor de los casos, buscarlo, pues se le escapaba a su cuidadora en lo que ésta iba a llamar por teléfono para pedir ayuda.
Yo no lo veía muy seguido, pero cuando lo hacía, me asustaba el pensar que uno no es dueño de sus recuerdos, que nada garantiza su posesión.

A veces por eso escribo, otras veces por eso mismo no lo hago.

Dice Padura que a veces escribe uno para “manipular el torpe espectáculo de la vida vivida, sin diseño previo posible, y transformarla en una creación más benévola y lógica, de alguna forma menos humana y por eso mismo más satisfactoria”.

No quisiera alterar el recuerdo de sentir esta piel suave, o el color de esos otros ojos, el tono de esta otra risa, aunque quizás ya lo hice al momento mismo de guardar su recuerdo, idealizándolos.

¿Cómo no idealizar el brillo de tus ojos cuando los abres así como lo haces? ¿Cómo brincarse ese filtro al momento de verte mientras te vistes, cuando alisas las arrugas de tu playera, cuando te maquillas, cuando te acercas al espejo duplicando el placer de verte, cómo limpiar de exageración las imágenes que tengo si parece que las bebo despacio cuando soy el único testigo en ese momento?

Creo que la emoción le imprime una paleta distinta a los recuerdos, como cuando en los hijos recuerdas algunas secuencias de movimientos, texturas, luces, sonidos, que después cuando los ves más grandes, parece que tienes un dèjá vu, aunque realmente está pasando nuevamente, pero con otras proporciones.

Últimamente he confeccionado una colección de recuerdos que daría cualquier cosa con tal de poder vivirlos una última vez, justo antes de dar mi último respiro. Solo espero que vuelvas a aparecer.

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