15

Hace unos días llegué a la casa con un libro nuevo para mis hijos. Alicia en el País de las Maravillas, editado por el Fondo de Cultura Económica. Me gustó porque está ilustrado pero no tanto. Mateo, de casi 8 años, ya se enfoca bastante bien para leer. Jade, de casi 6, todavía no, pero le van interesando la lectura, porque en todo compite con su hermano.
El libro tiene más de 100 páginas y pensaba hacerle como cuando compré Pinocho, de Collodi, que era extenso y se me hizo cómodo leerles capítulos antes de dormir. Así que les leí de Alicia las primeras 10 páginas. Después cenamos, y Mateo terminó rápido (cosa que nunca hace), se lavó los huesos de la boca y se fue a leer él sólo, porque quería saber qué pasaba, si era como en la película, y así. Para cuando Jade se fue a acostar, apagó la luz y como comparten la recámara, Se escuchó la voz de Mateo que le reclamaba por quitarle la luz, si estaba leyendo. Lo convencí de que dejara de leer porque ya era tarde y que podía seguir leyendo el día siguiente. Fui por mi mochila y le regalé su primer separador (de madera, con un pájaro pintado a mano con colores vivos y con "OAXACA" pirograbado en uno de sus costados) que había comprado por el mediodía. Cuando terminó de ver el separador y estaba acomodándolo entre las hojas, me sacó de onda que había llegado a la página 65 del libro.
Al otro día, se rompió la tradición de los niños antes de las 7:00 a.m. pidiendo permiso para entrar a nuestra recámara. Sólo llegó Jade para acurrucarse. "¿Y Mateo?" preguntamos. "Se quedó leyendo" nos dijo mi pedacito. Más tarde, cuando estábamos por almorzar, Mateo había terminado de leer el libro. 137 páginas casi de una sentada. Me encantó. Qué bueno que le gustó el cuento, que se aisló de todo y quiso seguir leyendo. Cuesta trabajo escuchar esa voz interna leyéndonos, y me da gusto que Mateo le haga más caso. Desde hace unos meses ha venido leyendo de corrido varios libros que les hemos comprado, pero éste es el libro más grande que ha tenido.
Buscando más material para leer, quiso empezar con libros que tenemos en nuestra recámara. Por ahora tengo mayormente novela histórica y son libros muy grandes y complejos para su edad (comenzando con el vocabulario, cantidad de personajes, y arriba de 400pp), así que le dije que todavía no podría leerlos, hasta que se habituara a buscar en el diccionario el significado de lo que no entendiera, pero no quedó muy conforme. Jaló un libro un poco delgado y me lo mostró. Recuerdo que es una novela histórica hecha por un escritor local, habla sobre los mixtecos, pero el nombre se me escapa. No lo he leído, y ese fue mi error. Le dije que igual y le interesaba, así que se lo llevó contento.
Anoche me llamó Isabel. Es raro porque normalmente yo la llamo. Siempre que pasa eso se me erizan los cabellos de la nuca y espero casi sin respirar detectar el tono de su voz y apretando los ojos, porque no quiero una mala noticia. Mateo ha tenido episodios fuertes de asma (aunque ya hace más de un año del último susto), así que el tiempo se elongó.
Por suerte, era un reclamo para mí. Resulta que al llegar del trabajo Isabel, Mateo le llovió con preguntas sobre la sexualidad, amantes, y demás palabras que mi costilla no pronunció por estar cerca los herederos. Y me preguntó si yo le autoricé leer ese libro a Mateo. Me expliqué y bueno, el "daño" ya estaba hecho.
Resulta que el libro habla de alguna relación sexual que tuvieron algunos antepasados, y según Isabel viene muy explícito. Desconozco totalmente qué tanto venga en el libro, pero bueno, ya responderé lo que me pregunte Mateo.
Así que aquí anduve por la mañana, buscando otro libro pero ahora para niños, como ese de Alicia, para avivar el fuego que comienza a calentar la sesera de Mateo y alejar el humo de él.

Comentarios

Entradas populares