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Una fotografía que veo en Twitter, en blanco y negro, muestra una ciudad en ruinas, donde sólo quedan piedras y árboles que lo invaden todo (una realidad alterna) donde incluso la frontera que formaron las piedras está con raíces, separándolas del conjunto. Las esquinas romas de los edificios me dicen que hace mucho tiempo que están así, a la intemperie, descuidadas, abandonadas. Las paredes de dicha construcción parecen monocromáticas. Los poros de su estuco todavía guarda pigmentos que hace mucho tiempo dejaron de reflejar el espectro que originalmente lucían, la persona que tomó la fotografía no sabría hasta muchos años después, que con varios estudios se sabría cómo estaban decoradas esas construcciones. Incluso algunas inscripciones que se piensan como adornos, son en realidad un lenguaje ya olvidado. Si no queda rastro de la gente que edificó esto, ¿cómo conservar una idea, una abstracción tan especial como una lengua?
Cuando el fotógrafo encontró ese lugar, no había nada que diera pistas de esto en varios cientos de kilómetros a la redonda. Ni seña de la civilización que reinó esos lugares. ¿Quedaremos así de olvidados nosotros? De lo digital está claro que no quedará forma de encontrar nada, ¿pero de lo físico? Alguien más tomará algo parecido a una fotografía de nuestras ciudades y podrá recrear de cierta forma cómo estaban construidas. Quedarán los huecos de quienes la poblaron, de cómo vivimos, qué escribimos, qué jugamos. Olvidaremos todo. Nos olvidarán y no quedará nadie. Terminaremos como un simple punto blanco, sobre fondo negro.

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