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Después de varios días con nimbus que amenazaban con desmoronarse sobre nuestras cabezas, cumplieron su palabra. Me fascina ver como el agua desdibuja las calles de la ciudad, dejando sumergido el asfalto, el concreto, lamiendo las esquinas, haciendo réplicas en miniaturas de Hokusai. Las calles en las faldas del Cerro del Fortín vuelven a parecer un cerro, vivo de nuevo, animado, con su capa gruesa de agua, fractal que aunque se mueve es estático, late conforme las ráfagas de viento y agua caen del cielo. Me encanta ver los caminos quebrados de los relámpagos, esos horizontes verticales que juntan tierra y agua, en este enorme capacitor. La gente corre, y entre la masa, algunos resignados caminan dejando su estela de espuma entre los afluentes, ¿pa qué corres si hasta los calzones llevas empapados?
El tráfico es para volverse loco, para poner a prueba los nervios. Ommmm…
Mi camioneta a Huajuapan tardará todavía en llegar. Varias calles están inundadas y no llegan de manera regular, tardan mucho. No se puede hacer nada, solo esperar. Ommmm...
(Fotografía de @oaxacavialsi)

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