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Manejando hacia su escuela, con el Sol asomando por el perfil recortado de las montañas, me interrumpe Mateo con una pregunta de las que suele soltar de vez en cuando.

–Papá, si no hay oxígeno en el espacio ¿cómo es que hay fuego en el Sol?

Es hermoso cuando llega ese momento con los hijos, cuando tienen dudas y te hacen buscar una respuesta dentro de lo que crees que sabes para satisfacer su curiosidad. Lo peligroso es que debe ser cierto, lógico, porque lo toman así, a veces literal, para encima de eso empezar a construir una torre de Jenga con más afirmaciones. Son pequeñas cosas que pueden ayudarlo a construir una idea o bien tirar alguna que ya tenían preconcebida.

No todo lo que calienta es fuego. Eso del Sol no es lumbre, es una energía enorme, capaz de hacer que los átomos se doblen, revienten, se transformen en otra cosa, sacando tanta energía que puede hervir planetas. La fusión de dos iguales, tan simples, que recorre todo el sistema solar y no se detiene.

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