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Tengo una compañera que tiene la costumbre de repetir tres veces las cosas que dice. Me recuerda esos cuentos compilados por los Grimm o las historias de Scherezada, donde las circunstancias vienen en triadas.
Normalmente entiendo a la primera vez que me explican algo, a menos que sea cálculo diferencial, donde entendía las cosas ya que había pasado el examen, pero eso es otra cosa. Me aturde con su vocecilla que apretada sale de su boca, con la cabeza echada hacia atrás, porque sus lentes bifocales le dejan ver mejor por la parte de abajo que la de arriba (quizás sea por las pruebas dactiloscópicas al óleo que desde aquí puedo ver bajo sus colores de arcoiris). Puedo ver las alas de su nariz abriéndose para recibir todo el aire posible, para poder empujar con su fuelle de 53 años esa vocecita que detesto. Es el tono, su frecuencia, y todavía escuchar dos veces más... me pierdo.
Recuerdo que en un libro de programación, en un capítulo venía una epígrafe sobre una granja de pollos donde vieron que la frecuencia de una máquina cercana, hacía que a los pobres pollos se les licuara el cerebro, pues coincidía con la frecuencia de resonancia de los animales que de todo sospechan.
Tampoco es que sienta que me brinque un ojo cuando escucho a la compañera, pero bueno, tenía que decirlo en algún lugar.

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